Confianza

Confianza

Las olas arrastraban a la impotente embarcación de madera, a la deriva en un océano de olvido e indiferencia. Negras nubes eran lo único que en el cielo se veía, ¿acaso el paraíso se había desvanecido? ¿Era este el fin? ¿Por qué gente tan humilde y devota sería prisionera de tan cruel destino?

- Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre... - Se escuchó como un leve susurro a lo largo y ancho de ese oasis de firmeza en un mar de inestabilidad.

- Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo... - Continuaba la bella sincronía a medida que más voces se unían a ella.

- El pan nuestro de cada día dánosle hoy; perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores... - La dulce entonación era interrumpida sólo por el estruendo de las olas impactando con odio el casco de la embarcación.

- Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal. - Y así se apagaron las voces durante unos segundos, a la espera de una respuesta divina, a la espera de ayuda.

Un rayo de luz apareció en el cielo. ¿Salvación?

No. Olvido. Nada más que olvido e indiferencia, el gran arquitecto universal no se encontraba trabajando el día en cuestión. En su lugar, algo despiadado hizo el trabajo. Un rayo impactó la embarcación. Un golpe tan certero que parecía hecho por el mismísimo Zeus.

Las olas arremetían contra el casco con mayor fuerza, como si tuviesen vida propia y, aprovecharan esta oportunidad para acabar con esas inocentes personas. El agua se adentraba más y más en la embarcación a medida que los gritos de desesperación aumentaban.

Tiempo después, los gritos se hundieron en ese mar de omisión. Estaban condenados a no ser escuchados jamás. Niños, mujeres, ancianos y hombres iban juntos en un recorrido fúnebre a las profundidades.

- ¡!

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